sábado, 3 de abril de 2010

Impulso reprimido


Podía sentirlo, era un placer incontenible, una sensación que no podría explicar. El olor inundaba cada uno de mis sentidos y podría percibir como cada parte de mi cuerpo se iba extasiando de placer, me sentía como aquel niño que va por primera vez a un parque de diversiones y se sube al carrusel… Mi vista estaba siendo deleitada con una belleza inigualable, que ni el gran Picasso hubiese logrado reflejar tanto sentimiento y tanta belleza en alguna de sus obras.

Esto era sublime, el crujir de cada partícula en combustión, la fuerza que se extendía poco a poco por todo el lugar demostrándole al mundo lo que puede hacer, lo que nosotros podemos hacer; el mayor descubrimiento, tan inutilizado, que jamás entenderían tal sensación al ver como el cielo se va cubriendo de gris, mientras las nubes se esconden para darle paso a la negrura de su debut.

Lo veía y me regocijaba en un éxtasis que no podía comparar con nada más, mi corazón jugueteaba con cada uno de mis órganos, mientras que mis manos, reflejaban la culpabilidad sin culpa, “la grandeza del poder”, y mi cara dibujaba una sonrisa entre inocente y siniestra, inhalando profundamente cada rastro que mi creación dejaba en el ambiente mientras se paseaba invitando todo a su alrededor a unirse a su festín. Pero nada puede ser perfecto aunque lo sea y ya venían ellos a dañar mi perfección, aquellos que no entendían nada de la vida y que sólo buscaban su absurdo porvenir.

Los observaba correr, buscando destruir la belleza y majestuosidad de mi obra, causando puñaladas leves a mi enamorado corazón… Ellos luchaban a muerte por ganar esta batalla, sólo verlo, era como imaginar que le dibujaban una sonrisa a la famosa “Mona Lisa”, cuando precisamente su extraña expresión era lo que la gente admiraba, lo que su creador quería mostrar, más que nada. Mi mirada se tornaba rencorosa hacia aquellos que no podían entender mis sentimientos, pero lamentablemente mi cuerpo estaba atado como en muchas otras situaciones (no podría salvar a nadie más que a mí), sin embargo, los aires de autosuficiencia regresaron cuando recordé la eternidad de mi creación, un poder que jamás se extingue completamente, un hijo que nace y puede crecer de forma incontenible destruyendo todo a su paso, causando una excedente destrucción... Un hijo que quizás detendrían esta vez, pero que yo, podría revivir.

Mi sonrisa regresaba al ver como muchos lloraban y otros estaban preocupados porque no podían detenerlo, esta era sin duda la mayor experiencia de todas, la más grande y la que había experimentado, una que había liberado como nunca, todo mi ser. La satisfacción interior era tanta, que no la podía ocultar, mientras ellos voleaban a verme preocupados por mi reacción tan diferente, moviendo sus pupilas por cada parte de mi cuerpo examinando si era locura mi devoción, perturbados por ser diferentes a mí. A mi lado, unas personas que mantenían su llanto a viva voz y su esperanza cabizbaja, me miraban con extrañez y un odio que claramente podía divisar.

Notablemente les molestaba mi sonrisa, les molestaba que yo estuviera en mi mejor momento, les molestaba que al fin yo hubiese cambiado de parecer conforme a todo y haya dejado mis emociones volar como nunca lo había echo, no necesitaban hablar para saber que no estaban de acuerdo con que, en ese momento, yo fuera feliz. Y yo, no necesitaba emitir palabra alguna para demostrarles que a pesar de mi “cariño” hacia ellos, esto era algo que superaba toda expectativa, todo límite, algo que desbordaba toda mi pasión…

En eso, mis pensamientos son interrumpidos por una voz que me dice seria, llorosa y preocupadamente:
-¿De qué demonios te ríes?
¿Acaso no comprendes que nos quedamos desahuciados?
¡Que se incendió nuestro hogar!-

Simplemente dejé de ver su rostro y volví a enfocarme en aquella voracidad del fuego provocado, sabía que ellos no podrían entenderme, aunque no entendía la razón… Simplemente volví a sumergir mis pensamientos en aquel balde de fantasías delirantes que me producía el calor del rojo y humeante atardecer.

No hay comentarios: