sábado, 3 de abril de 2010

Destrucción natural


Pude ver el miedo en sus caras…
Desprevenida, yo, degustando
un evento que los hacía correr
-eso me estaba extasiando-
entre las escaleras lejanas,
había mucho que temer.

Lágrimas en sus miserables ojos
esperando nuestro único destino,
sabiendo que no había salida.
Oraciones alejando demonios
-vacilante resignado clandestino-
que se escapaba con su vida.

Los veía, sin moverme, sin sonreír,
sin temor y con locura absuelta…
Correr y correr… ¿A dónde correr?
No había escapatoria, sólo sucumbir;
aceptar el final, existencia obsoleta.
Ni yo escaparía, lo podía prever.

Ya no podía percibir el miedo,
mi propia carne ahora paralizada
se rendía ante el dolor mortal…
Destrucción, comunión y credo.
Yacía con ellos, amordazada
en este triste y pautado final.

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