viernes, 17 de abril de 2009

No somos tan malos



Hasta hace poco no creí que un día lo diría, pero la gente no es tan mala en realidad… Sí, ¡así tal cual como lo leen! No lo es. Pasamos la vida quejándonos de las traiciones, de los problemas, de las maldades y mezquindades de la gente sin ver más allá, es decir, no estamos solos ni somos un ente totalmente independiente; porque, para mala suerte de muchos (incluyéndome) toda nuestra sociedad se basa en una cooperación, correlación y retroalimentación constante que nos permite sobrevivir.
No sirve de nada quejarse de las malas personas, es mejor ver a tu lado y hablar de las buenas que conoces, no soy muy partidaria de defender a nadie y menos a una sociedad que conforme evoluciona se vuelve cada vez más primitiva, pero al final, yo también soy uno de ellos y al venderlos me estoy vendiendo a mí. No todos somos iguales, pero eso tampoco nos hace realmente diferentes, yo tengo mis fallas y así como me han hecho mal yo también lo he hecho; sin embargo, no todo está siempre mal, aunque a veces ni me dé cuenta a causa de mi posible egoísmo, hay personas que valen la pena y que te aceptan como eres sin límites y también dan mucho por ti aunque a veces tu des más, pero eso ya es responsabilidad tuya y debes aceptar las consecuencias de tu decisión.
Hoy descubrí que el mundo cambia y conforme unos se hacen cada vez más primitivos, otros se hacen cada vez mas evolucionados, es una simple ley… Al final, sólo quedarán los que nos atrevimos a demostrar un cambio, los que se atreven a buscar algo más que la simple subsistencia en la destrucción y como lo que siempre he dicho “todo lo que debe estar unido, se unirá”, al final todos los iguales nos encontraremos. Sí, hay personas que valen la pena y aunque también te hagan daño no puedes dejar de aceptar que fueron diferentes sólo por el hecho de haberte aceptado tal cual eres, porque nadie es perfecto y esa es la base de nuestra aceptación. “Ámense los unos a los otros”, no sé si es parte de alguna religión (yo no lo veo así), pero es una palabra bien cierta, no hay que juzgar a nadie porque todos somos o el mismo dulce o la misma porquería, aunque no lo queramos admitir... El truco está en que algunos nos volvemos dulces (así sean dulces ácidos) y otros se quedarán en porquería; pero esos, en realidad, jamás nos podrán maltratar.

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